jueves, 14 de mayo de 2015

Tema 9: tendencias de la lírica barroca (recursos).


Como hemos visto en clase, dos son las tendencias fundamentales de la lírica española del siglo XVII: el conceptismo y el culteranismo.

Ambas parten de un mismo ideal artístico, el de la invención y la emulación (como superación de los modelos clásicos). Importaba, sobre todo, asombrar y conmover al lector por la agudeza y por la dificultad de comprender los textos.. La literatura, minoritaria, exigía así un receptor culto que entendiera la complejidad verbal y que conociera los referentes culturales e históricos a los que se aludía en sus poemas.

Por tanto, culteranismo y conceptismo no son corrientes contrapuestas, a pesar de los duros enfrentamientos entre sus máximos representantes, Francisco de Quevedo (conceptismo) y Luis de Góngora (culteranismo). Ambos parten de un mismo ideal artístico y persiguen un mismo fin: sorprender al receptor.

En este enlace podréis encontrar un breve resumen teórico y algunas actividades sobre el conceptismo y el culteranismo que os pueden servir de práctica.

Y ya que hemos recordado la enemistad entre Góngora y Quevedo, os dejo aquí algunos ejemplos más de las "perlas" que se dedicaron el uno al otro.

En el siguiente poema, Quevedo se burla del estilo culterano con unas "instrucciones" con las que, según él, cualquiera será capaz de imitar su estilo. Se trata de un soneto con estrambote.

RECETA PARA HACER SOLEDADES EN UN DÍA:

Quien quisiere ser culto en solo un día,
la jeri –aprenderá- gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica armonía;

poco, mucho, si, no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, libar, adolescente,
señas traslada, pira, frustra, arpía;

cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien, disuelve, émulo canoro.

Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro.

Que ya toda Castilla,
con sola esta cartilla,
se abrasa de poetas babilones,
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya cultedades como migas.

Famosísimo es el siguiente soneto, en que describe de modo grotesco, tal como reza el título, "A un hombre de gran nariz",  o, mejor dicho, la enorme nariz de un hombre. Está dedicado, como no podía ser de otro modo, a su archienemigo, al que acusaba de ser judío:

A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva ,
érase un peje espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba ,
era Ovidio Nasón más narizado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera
sabañón garrafal, morado y frito.

Por lo visto, así reaccionaba Quevedo cuando lo comparaban con Góngora:


Por su parte, Góngora tampoco se quedaba atrás insultando. Si Quevedo se metía con él con motivo de su gran nariz, Góngora se burlaba de los pies zambos de Quevedo, que le hacían cojear al andar:

A DON FRANCISCO DE QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier greguesco luego.


En este otro, vuelve a meterse con su cojera, pero, además, lo llama borracho.

Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano. 

Por último, en este enlace podéis ver un comentario a dos de esos poemas que con tanto "cariño" se dirigieron Quevedo y Góngora.

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